jueves, 11 de abril de 2019

Joshy y su 4 Jazz, Banda Sonora de la Isla por Alex Quezada

Joshy y su 4 Jazz, Banda Sonora de la Isla
por Alex Quezada

La riqueza musical de la Isla Hispaniola radica en su diversidad. La influencia ejercida durante la colonización y su evolución socio-política, especialmente por España y Francia, incluyendo la importación de esclavos provenientes de África para la exploración de la riqueza dejó, entre otras consecuencias, un resultado que podemos abreviar como parte del cúmulo de dialectos, costumbres y manifestaciones que abarca, por solo citar algunas, lo gastronómico, artesanal, religioso y el aspecto lúdico (juegos, pasatiempo y diversión).

Con el paso del tiempo, la división política de la isla quedó sellada con el surgimiento de dos países de acentuadas diferencias, y así el lado español (República Dominicana) y el lado francés (Haití) quedaron divididos por una frontera pero unidos en una hibridación de géneros, ritmos y estilos musicales que se fueron asentando en las diversas regiones, zonas y poblados. En ese proceso, el cimarronaje –la escapada de esclavos huyendo de sus amos del lado haitiano y refugiados en otras islas del archipiélago caribeño y en varios puntos del lado español- fue nutriendo algunas áreas con las costumbres de aquellos que llevaron y trajeron, entre otros aportes, su música y rudimentarios instrumentos; en esencia, sus toques y cantos.

El devenir del desarrollo social de la isla y en particular de Republica Dominicana quedó indisolublemente marcado por la política, la economía, la religión y las costumbres establecidas en cada región, zona y poblado. Así podemos levantar un atlas o topografía de ritmos y músicas diversas, desde las impulsadas por la labor comercial hasta las conservadas en el ámbito costumbrista en focos sonoros eminentemente rurales o religiosos.

Estas últimas manifestaciones que abarcan la mangulina, palos, salves, sarandunga, bambula, pri-pri, gaga, y otras que podemos catalogar como ‘música raíz’ o ‘alternativa’, han sido conservadas mediante la labor de varios gestores e intérpretes que con diversas fusiones fueron haciendo el puente entre estas y los medios masivos de comunicación hasta lograr conectar con las inquietudes de jóvenes con formación académica que han decidido explorar las posibilidades de otro nivel de fusiones y experimentaciones de estas con el jazz especialmente en las últimas dos décadas.

Figuras como Yasser Tejeda López, Josean Jacobo, Edgar Molina, Hedrich Báez, Isaac Alejandro Hernández, Jonathan Piña Duluc y Joshy Melo, por solo citar varios, han tenido la osadía de explorar y exponer sus visiones sobre este movimiento que ya es catalogado como jazz afrodominicano con sus piezas que suelen infectarse de las variadas capas sonoras que fluyen en la isla. Así la mangulina de la región sur se híbrida con el gagá de los bateyes y asentamientos haitianos, o los congos de Villa Mella (Santo Domingo Norte) se funden con salves devocionales, y estos se despojan de la crudeza del simple pandero, balsié o atabal para navegar entre acordes de cuerdas, bajo eléctrico y teclados.
 
Así lo vivimos anoche con Joshy & su 4 Jazz en el ambiente de Jazz Night at Acrópolis. La banda compuesta por Joshy Melo (guitarra eléctrica y cuatro), Nicolas Calcaño (bajo eléctrico), Raúl Sánchez (percusión), Abel De la Rosa (teclados) y Salvador Gutiérrez (batería), desarrollaron piezas cargadas de diversos matices que mostraban la polirritmia del país. Iniciando con la calidez de “Congo pa’ mi”, a esta le seguiría “Champola”, una cadenciosa melodía de agradables y variados tonos que se antepuso a la curiosa “jazz-gulina”.

Ya navegando sobre mangulina surgió el primer homenaje de la noche; sería el tema “Mano Lao” (popularizado por Rafael Solano y Luis Kalaff), que logró la complicidad de la entusiasta concurrencia. A seguidas, con Raúl sobre el balsié tumbado, surgieron los primeros toques de “Pa’ lo’ muchacho”, donde merengue derecho y palos confluyen de manera sosegada vinculados al cuatro en constante comunicación con el bajo, mientras la batería se maneja en plano mínimo y el teclado aporta sutilezas.
En el segundo set, la apertura le correspondió al ritmo de Bambula (eminentemente anclado en Samaná) con dos versiones del tema “Anacahuita”; la primera en un enfoque de jazz tradicional, y la segunda, abriendo con percusión y redoblante, trajo efervescencia y colorido caribeño, y por ende más carga de energía. Luego, y para calmar las revoluciones, llegaría “La cosha de pa’ (o la cosa de papá), canción de cuna que evoca tenues sensaciones aproximadas a lo espiritual y que daría paso a “Sálvese quien pueda”, una mezcla de salve y gagá (sin cántico incluido), y al rítmico gagá “De camino al batey”, todo esto envuelto en ingeniosas fusiones.

Se precipitaba el cierre cuando otro homenaje surgió en escena, esta vez “La madrugadora” (de A. Perdomo), una salve popularizada a finales de la década de 1960 en versión merengue de guitarra por Eladio Romero Santos, causó sorpresa y provocó el baile de algunos presentes. Y para seguir aprovechando las vacaciones de Ingrid Best, el anfitrión solicitó su presencia para improvisar con la banda y entregarnos un enérgico y precioso ‘dos por uno’ con “Stormy Monday Blues” y “Every day I have the blues”. Estupendo!!

Alex Quezada es Productor Audiovisual y consagrado melómano, amigo y escritor invitado de Jazz en Dominicana.

Nota: Para más fotos de el evento, pinchen el siguiente enlace - https://www.facebook.com/JazzEnDominicana/media_set?set=a.10161590200100301

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