lunes, 7 de abril de 2014

Pampiche, Jazz

Pampiche, Jazz 

Digamos que era de noche y llovía, digamos también que no podía bailar con la tía mía, que vivía enamorada de Ángel Viloria, demiurgo de un merengue jazzeado con el saxo de Ramón García, justo cuando Octavio Vasquez (Tavito para sus íntimos) hacia pininos de Charlie Parker abstemio y de larga mirada generosa.

Hablamos aquí de palabras mayores, porque el jazz entre pausa y pausa de los set musicales de las fiestas de los 40 y los 50 del siglo veinte dominicano, se escondía en la piel de los músicos de entonces, Don Luis Alberti, Bienvemnido Bustamante, Rafael Solano y mi querido tío que en el mar oscuro yace, Sergio Elías Wilson, saxofonista insigne que debió encontrarse con Billo Frómeta en Caracas, Venezuela, pero unas olas asesinas en Eagle Beach, Aruba, le impidieron el paso para el jubiloso encuentro de amigos en el exilio musical. Oscuro ese mar que le venciera pero ha quedado en la memoria viva.

Cuando el jazz se viste de merengue, la identidad tiene otro sabor, tiene otros destinos, porque transforma nuestra esencia dejándole, sin embargo, la libertad de un ritmo en el que dominicanos, dominicanas y el mundo universal se reconoce en la esencia de la mejor música.

Fusionar, fusión, fuson. Entre Gustavo Ubrí y su sonrisa traviesa de melómano empedernido la fusión de ritmos tiene una larga historia, se fusiona como búsqueda para algo, porque hay plena confianza en los sonidos de base, cuando se fusiona se buscan nuevos puertos sonoros, un recodo de sonido diferente a partir de lo conocido.

El que fusiona se ilusiona, más no se encojona, porque algo le funciona, salta de alegría porque la fusión al fin y al cabo, es un experimento sonoro de buena fe con todos los riesgos estéticos del mundo, el que fusiona es un navegante en mares nuevos procelosos.

Intrépido este Paul Austerlitz, que decidió un día tirarse encima los ritmos dominicanos, vestirse de nosotros con nosotros y abrir nuevos espíritus cosmopolitas a nuestra música.

Esas cosas me gustan me gustan tanto, que con el pie izquierdo, siempre nunca el derecho, marco entusiasmado la cadencia, doy un giro de cintura, bailo solo y me veo miles de veces como si despegara de este mundo a unos sonidos nuevos.

El que baila viaja siempre hacia lo infinito de sí mismo, juega con el viento, el cuerpo vuela por los aires con la única libertad que nunca te pueden quitar, ni en la intimidad ni de modo público: mover tu cuerpo a gusto y en equilibrio entre ritmo y cadencias fabulosas.

 
Paul Austerlitz con Carlos Francisco Elías

Y, si de repente un cacho de hembra asoma, extiende los brazos y tocan los tuyos, engarzadas las manos la cosa se pone mejor. Par de cuerpos encontrados, buscando candencias juntos, la música es un mapa de erotismo inocente y con ritmo donde el ser humano se libera en público cuando baila y se olvida de todo el mundo. Porque el que baila, libertad de cuerpo e ilusión quiere. Por eso cuando bailo la vida se me hace ficción y mi desvarío legítimo y gozado, no me lo arrebata nadie, pero nadie, ni Roberto el Urbanicida sin pesticida.

Sobre Paul Austerlitz, habrá que escribir mucho más, porque otorga a la música dominicana, a sus secretos de jaleos y tiempos, a sus fusas y semifusas, a sus blancas y negras, notas de pentagramas estudiados con una pasión que merece el reconocimiento de dominicanas y dominicanos, solo así la música que nos representa como expresión nacional, puede viajar en su estuche de alegría y rostros nuestros, todos nuestros.

La música es una expresión, es la banda sonora de todos los corazones nuestros, es el látido del ser nacional, desbordado en su espacio lúdico, arrebatado, transgresor en cuerpo y alma, porque para ser auténtico, de otro modo, no podría ser.

Paul Asterlitz no será el primero ni el único de originario corazón nórdico atraído por los trópicos que nos visita en la sala del alma de nuestra música, vendrán más, muchos más, (hasta mujeres inteligentes) que, subyugados por lo que somos musicalemnte, se volverán locos de contento, como es ahora Paul Austerlitz, entre nosotros y con nuestro espíritu. (CFE)

Nota: Artículo escrito por Carlos Francisco Elías.
El mismo fue publicado en Acento el pasado 3 de Abril. 
Carlos Francisco es Escritor, Ensayista, Periodista, Cineasta y Gestor cultural. Nuestras gracias a su persona por habernos autorizado esta publicación.

La publicación original se encuentra en el siguiente enlace - http://www.acento.com.do/index.php/blog/13398/78/Cuando-Paul-Austerlitz-se-enreda-en-pampiche-jazz-se-enreda-en-nuestras-almas.html

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